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Frente a mí nuevamente hay una pantalla blanca y la oportunidad de escribir varias frases convertidas en texto coherente. Estoy escribiendo sobre mí. Siempre sobre mí, pase lo que pase y cómo nos parezca a mí y a quien lee estas líneas ahora. Tengo muchas ganas de dejar de escribir ahora, me detengo en cada frase, en cada palabra, pensando que “ya basta, basta, basta. Es como siempre: me topo con una especie de muro, algo que es casi imposible de superar”. En ese estado en el que quieres salir corriendo sin decir nada. Huye, sin preocuparte por las personas que están cerca, por ti, los lectores, porque permanecer en este contacto alarmante y doloroso es aún más difícil. Estaban sentados en el auto. Y hablaron. Ella dijo que no necesitaba nada de él, que comprara nada, nada en absoluto. Ella habló con dureza y dureza. Y pensé: “No te vayas”. Esto ya pasó en una conversación similar en el auto, cuando ella dijo cosas complejas e importantes, y él simplemente salió, cerrando la puerta con cuidado. Y ella se quedó sola. Y luego le escribió: “...tienes que hablar conmigo. Sea lo que sea, tienes que hablar... “¿Qué quiso decir eso? ¿Ir en contra del reflejo? Cuando es doloroso y aterrador y algo no está claro, es necesario huir. Liebre, conejo, herbívoro. Y lo releyó: Conmigo. Necesario. Hablar. Y ahora en el coche, cuando lo que más quería era huir, intentaba quedarse con ella. Miró y vio sus rasgos favoritos, confusos tras el velo de su ansiedad. Intentó alcanzar su ansiedad. Pero ella era más fuerte. Y la mano ya tocaba la manija de la puerta del auto. ¡Aterrador! ¡Herir! Atención, empieza. Una pausa en la conversación. Ella miró el tablero. Probablemente pensó que él se levantaría y se iría. Y esta vez completamente de su vida. Parecía pequeño y asustado. Estaba asustado, herido, solo, muy solo, asustado por la soledad en la que se encontraba, que provenía ahora de sus crueles e hirientes palabras. Y aquí, en esta pausa. En ese mismo momento lo golpeó la palabra “soledad”. Éste, como una flecha, golpeó la vieja herida, que se abrió y se comió con avidez otro trozo de dolor. ¡¡¡No!!! No está solo ahora. Aquí está ella, cerca. "No voy a ir a ninguna parte ahora", le dijo. Y pensé: "Me quedaré, cueste lo que cueste. Ahora con ella no estoy sola. La Rana ofendida se hizo más pequeña por otro dolor". Y la chica del coche lo miró y sonrió tímidamente con las comisuras de los labios..

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