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Sobre la falta de tacto El otro día mi hija y yo estábamos en un baile. Mi hija tiene 4,5 años y es una señorita delicada: muy sensible y emotiva. Antes de clase empezó a llorar. Intenté descubrir por qué, pero fue bastante difícil de lograr. La hija miró a los adultos sentados y continuó llorando y los adultos observaron con interés lo que estaba sucediendo. NO subrepticiamente, ni veladamente, sino abiertamente mirando y sonriendo. No pude sacarle nada al niño. Y los adultos sentados en la sala de espera empezaron a actuar. Es decir, empezaron a discutir en voz alta, como si no estuviéramos presentes: “Está muy grande y llorando”. "SÍ ya no por la edad." El caso es que los niños lloraban sobre todo cuando eran pequeños. No querían dejar a sus madres para ir a clase. La condena y la condescendencia eran visibles en sus rostros. Puedo desconectarme de los estímulos externos fácilmente. Pero mi niña no lleva tanto tiempo viviendo en este mundo y no está preparada para su brusquedad. La llevé al vestuario, que esperaba que estuviera vacío. PERO había una mujer sentada allí. Vio que la niña estaba llorando y yo estaba tratando de hablar con ella. ¿Crees que ella salió? ¡Lamentablemente no! - Ni siquiera se dio la vuelta. En general, con dificultad logré saber de mi hija cuál era el problema. No podía hacer bien el elemento de baile y le preocupaba que la regañaran o la expulsaran de clase. Fue una experiencia normal, inmediatamente la calmé. Acordamos que le diría a la maestra que hoy no le pedirían que realizara este movimiento y lo ensayaríamos en casa. Ahora teníamos que regresar al pasillo, pasando entre las filas de padres que esperaban. Tan pronto como entramos, todas las miradas se volvieron hacia nosotros. Y la hija estaba lista para llorar de nuevo. Miró a estas enormes mujeres que la observaban con curiosidad y comenzó a sollozar de nuevo. La abracé, la besé, le susurré algo tierno al oído y la envié al pasillo. La lección salió bien. Y ya me resultaba difícil contenerme. No fueron los “caprichos” del niño lo que me cabreó, sino el descaro de los adultos. Pensé, si uno de ellos estuviera llorando en esta habitación por alguna razón, ¿actuaría así? Miraban con la misma apertura o intentaban apartar la mirada. Si un matrimonio entrara al vestuario a arreglar las cosas, ¿esa mujer se quedaría allí para ser testigo involuntario de la conversación, o se iría a otro lado? ¿Por qué nos damos el derecho de ser así con los niños? ¿Y de qué tipo de educación de los niños podemos hablar si nosotros, los adultos, no somos educados así, somos incultos y groseros??

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