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El colectivo de trabajo es un sistema. Y puede ser saludable: incluso entonces el jefe se comporta de manera justa, sabe cómo apoyar e inspirar a sus subordinados y no tiene favoritos. Los empleados toman la iniciativa, asumen responsabilidad y se tratan unos a otros con respeto. Y hay sistemas en los que elementos no saludables o inmaduros se manifiestan en dos niveles. En las relaciones verticales - superior-subordinado y en las horizontales - empleado-empleado. El líder es a menudo percibido como una figura paterna y omnipotente. Y el subordinado se pone en la posición de un niño, cuya tarea principal es seguir instrucciones, ser obediente y buen trabajador, no discutir, no rebelarse y no hacer preguntas innecesarias. En tal interacción, se desarrollan relaciones inacabadas con los padres, donde el líder transmite el modelo de comportamiento de sus padres (la forma en que fue tratado) y el subordinado transmite su papel infantil. Muchas cosas personales y emocionales se incorporan a las relaciones laborales, y las transferencias y proyecciones florecen enormemente. Las relaciones en equipo entre empleados, a menos que la empresa haya establecido específicamente un formato de interacción, se basan en el principio de la escuela. Y son una continuación de la experiencia previa de socialización en equipo. Esto significa que son posibles líderes y outsiders, “estudiantes excelentes” y “estudiantes bajos”. Los métodos de manipulación, en comparación con los de la infancia, se vuelven más sutiles y las peleas son reemplazadas por batallas verbales. Las personas que trabajan en grandes empresas son más susceptibles a la influencia de elementos nocivos para la salud, porque cuanto más grande es el equipo, más gestión sistémica que personal. Sistémico significa más unificado. No hay tiempo para tener en cuenta las características personales de cada uno; una persona es un engranaje que debe funcionar estrictamente según instrucciones. Y donde disminuye el valor del individuo, surge la violencia. No hace mucho escribí sobre la violencia moral en las relaciones, y esta información también puede usarse para analizar otras áreas de la comunicación humana. En este artículo quiero centrarme en las características distintivas del abuso específicamente en las relaciones laborales. Si consideramos la relación jefe-subordinado, entonces la violencia moral puede reconocerse por los siguientes signos: - El jefe abusa de poder. Parece pensar que cuando un empleado llega a trabajar, deja todos sus derechos humanos fuera de la puerta de la oficina. Quiere obediencia incondicional y no permite críticas hacia él: se permite gritar, etiquetar, dar valoraciones. - Se comporta con arrogancia con sus subordinados - Muchas de sus decisiones no dependen de instrucciones, principios y reglas claras, sino de su estado de ánimo. En general, mucho depende del estado de ánimo del "jefe" hoy y toda la oficina sigue este fenómeno como si fuera un pronóstico del tiempo: los reproches a un subordinado suelen ser vagos y poco claros. Pero desde fuera parece que la víctima merecía tal actitud. Por regla general, quien es regañado nunca tiene defensores. Todos prefieren permanecer en silencio para no resultar heridos. El gerente supervisa cuidadosamente la implementación formal de las instrucciones y las utiliza como medio de presión. Por ejemplo, comienza a controlar el uso del tiempo de trabajo, introduce duras sanciones por llegar tarde con condena pública: el jefe se permite hacer declaraciones delante de todos sobre la personalidad de su subordinado de forma negativa. - Asigna tareas manifiestamente inútiles o humillantes a un empleado. - Se entrega al acoso sexual o al sexismo. - Devalúa la contribución y competencia de los empleados. - En caso de error, el empleado siempre tiene la culpa; el jefe no está dispuesto a admitir su parte de responsabilidad, aunque la haya. En cuanto a la violencia moral en un equipo de iguales, se manifiesta en lo siguiente: - Ocultar información. La víctima es la última en enterarse de todo. - Aislamiento, negativa de comunicación. Y, al mismo tiempo, negación del conflicto. Al intentar explicarse, el agresor responde que todo está bien. - Violación no verbal de la dignidad: falta de coincidencia de palabras y gestos con expresiones faciales. En palabras una cosa, pero!

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