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Uno de los marcadores del enfriamiento de las relaciones en el matrimonio es la incapacidad de la pareja para dialogar. Los cónyuges dejan de hablarse no porque no tengan nada más que decir ni porque se conozcan tan bien que ya no necesiten hablar. El silencio mutuo no trae la paz de las relaciones estrechas y duraderas. Apesta a alienación y a comunicación fallida. El silencio no indica que ya nos hayamos dicho todo, sino que muchas cosas han quedado sin expresar. Es difícil de aceptar, pero en realidad simplemente no queremos escuchar lo que nuestra pareja tiene que decirnos. Es más bien así: sabemos perfectamente que no queremos escuchar lo que él quiere decirnos. Muchas ideas sobre la intimidad y el amor surgieron de ideas míticas y abstractas de que el verdadero amor puede mover montañas, superar todos los obstáculos y resistirlo todo. . Crecimos en una relación emocionalmente conectada. Las relaciones entre padres e hijos se basan en la fusión y la dependencia. Nuestros padres nos perdonaron nuestros errores, toleraron nuestros caprichos y continuaron amándonos incondicionalmente. Son esas madres y padres. Yo mismo soy un padre así, pero estas ideas no se aplican al matrimonio. La verdadera intimidad requiere la capacidad de valerse por sí mismo. No es cierto que la intimidad sea igual a aceptación, afirmación y reciprocidad absoluta por parte de la pareja. Realmente lo queremos. La intimidad está asociada con la conciencia de la separación de la pareja y la presencia de aquellas partes de uno mismo que deben ser reveladas al otro. Somos dos. No tenemos por qué estar de acuerdo en todo. No deben adivinar los pensamientos, deseos y estados de ánimo de los demás. No suena como: “Si no lo haces tú, yo tampoco lo haré”. Necesito tener confianza en ti para confiar en ti”. Puede que no estemos de acuerdo. Estamos juntos, pero no somos uno. La intimidad no se logra mediante la confirmación mutua, sino mediante el conflicto y la revelación personal. A través de la responsabilidad personal del proceso, sin culpar a los demás, ajustando TU comportamiento, siendo responsable de tus sentimientos, pensamientos y acciones. Suena como: “No espero que estés de acuerdo conmigo. Quiero que me ames. Pero no podrás hacerlo hasta que te muestre quién soy. Quiero que me conozcas." Sin esperar garantías ni confirmación por parte del socio. Expresarnos abiertamente y nuestros sentimientos ante las diferentes reacciones de nuestra pareja, apoyando a nuestro Yo en el proceso de que los demás nos conozcan. No adaptándote a ello, sino apoyando tu propio sentido de identidad. Si somos capaces de mostrarnos y no ocultar nuestros sentimientos, no le pediremos nada a nuestra pareja más que la oportunidad de expresar cómo nos sentimos en este momento. La idea de que el verdadero amor “debería” es un intento de ahogar los sentimientos en nuestras propias proyecciones. Hay que amar siempre, hay que interesarse, hay que adivinar, dar, perdonar, soportar..... ¿No es demasiado para un sentimiento tan frágil? Las relaciones en una pareja son un intercambio de información. Cuando nos quejamos de una “mala comunicación”, a menudo se trata de una interacción que nos hace sentir mal. Esto indica que no podemos hacer frente al mensaje recibido. De hecho, podemos comunicarnos, pero en esta comunicación sentimos que nuestra pareja nos ve y nos comprende de manera diferente a como nos gustaría que nos entendieran. Nos negamos a aceptar tales mensajes, esperando que el otro cambie su mensaje para compensar nuestra debilidad personal. Necesitamos un sentimiento reflejado de nosotros mismos, recibiendo la respuesta deseada. Para ello, difundimos información distorsionada y embellecida sobre nosotros mismos, en lugar de revelarnos en toda la gama de nuestras cualidades. Nos adaptamos a las diferencias de nuestra pareja para reducir nuestra propia ansiedad. Esto nos distancia aún más unos de otros, ya que nuestra pareja nunca sabrá quiénes somos realmente. El miedo al rechazo nos hace callar cuando es necesario hablar: “Debo estar seguro de antemano de que estarás de acuerdo con lo que digo”, este pensamiento mata la intimidad. Reconocimiento del socio como separado

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