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¡Hola! ¡Me siento solo! Cada vez más, es con esta frase del cliente que comienza la consulta. Y no siempre estas personas viven solas y no tienen familiares; más bien, por el contrario, viven en la ciudad, tienen familia, trabajan en grandes empresas y cuentan con un amplio círculo de amigos y conocidos. Entonces, ¿qué es este sentimiento de vacío, la experiencia melancólica de la falta de algo difícil de describir con palabras, la impresión de que en todo el mundo nadie se preocupa por ti, aunque haya mucha gente alrededor...? ¡Todos venimos a este mundo enteros! Pero a medida que crecemos y crecemos, nuestra psique se divide en dos partes: soy bueno y soy malo. Es vital que un niño sea amado, por eso, para recibir amor, hicimos todo lo posible por ser buenos, alejando cada vez más esa parte “mala” de nosotros mismos. Y es sorprendente que cuanto más buenos y correctos nos volvemos para los demás, menos completos y vivos nos volvemos para nosotros mismos. El sentimiento de la propia incompletitud lleva a la búsqueda de alguien que nos complete en el todo. El miedo a permanecer en esta incompletud para siempre nos lleva a que empecemos a evitar la soledad a toda costa. Intentamos formar parte del grupo, sacrificando así nuestras propias creencias e intereses, nuestra individualidad y singularidad. Buscamos consuelo en sustitutos del amor, el alcohol, el juego y las compañías ruidosas. Seguimos una carrera con fervor, nos sumergimos en actividades, nos quedamos despiertos hasta tarde en la noche en el trabajo, porque de todos modos nadie nos espera en casa. Comenzamos a darnos atracones y beber para disipar nuestra soledad. Cada vez pasamos más tiempo en Internet. Estamos tratando de encontrar a nuestra alma gemela. Creemos que si la encontramos, vendrá una felicidad infinita y daremos vueltas en un baile de por vida con nuestro príncipe o princesa. Y no importa que él sueñe con viajar y hacer paracaidismo, y ella sueñe con cortinas de encaje y niños, al menos cuatro. Creemos que nuestro amor lo superará todo... Pero pasa el tiempo, y empezamos a sentirnos engañados: no eres así, y no eres así, pero la boda se ha jugado, los niños han nacido, el caso Se ha abierto, se ha comprado el apartamento y hemos vivido tantas cosas juntos que es imposible separarlos de un plumazo. Y elegimos aguantar en tales casos. Y seguir emprendiendo esta huida de nosotros mismos y buscando en el mundo exterior aquello que pueda llenar nuestro vacío interior. Pero, en realidad, buscamos esa otra mitad de nosotros mismos, rechazada, reprimida, olvidada. Pero es ella quien más necesita amor, nuestro amor. Ella es la que llama y llama, y ​​tiene muchas ganas de ser vista, aceptada y amada. Y detrás de esta mitad, como un niño pequeño parado detrás de la puerta, este niño os está llamando. ¡Quiere que lo cuiden, que lo amen no porque sea bueno, sino simplemente porque lo es! Y está esperando que le digas: “¡Hola! Vamos a familiaricémonos!»

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